
Como psicóloga, he dedicado gran parte de mi vida profesional a acompañar a niños y adolescentes que atraviesan momentos muy difíciles. He visto cómo la soledad, la incomprensión y la presión social pueden hacer que los jóvenes se sientan atrapados en un mundo que parece no entenderlos. Por eso, participar en el proyecto “Prevención del suicidio infanto-juvenil en la era digital” desarrollado por la Universidad Pública de Navarra (UPNA) y el Instituto de Investigación Sanitaria de Navarra (IdiSNA) ha sido una experiencia profundamente significativa para mí.
El objetivo de este proyecto es reducir los pensamientos suicidas y los intentos de suicidio en adolescentes, detectando señales de alerta de manera temprana y ofreciendo apoyo emocional y psicosocial. Para mí, lo más valioso de esta iniciativa no es solo la innovación tecnológica, sino el cuidado y la cercanía con cada joven, que es lo que realmente puede marcar la diferencia. Puedes leer más sobre esta iniciativa en el artículo de la UPNA: Prevención del suicidio infanto-juvenil.
🤖 Inteligencia artificial y apoyo psicosocial
Durante el curso y mi participación en el proyecto, pude experimentar de primera mano cómo la inteligencia artificial puede convertirse en una herramienta valiosa cuando se combina con la atención humana. Estas tecnologías analizan patrones de comportamiento y emociones en entornos digitales para detectar señales de riesgo de forma temprana.
Pero quiero subrayar algo muy importante: la tecnología no sustituye la cercanía ni la empatía. Cada dato que analizamos representa una vida, una historia, un corazón que necesita ser escuchado. Por eso, el acompañamiento psicosocial sigue siendo fundamental. Junto con las herramientas digitales, podemos ofrecer orientación, contención y apoyo real a los jóvenes y a sus familias.
Más detalles sobre esta integración entre tecnología y apoyo emocional puedes encontrarlos en el artículo de Noticias de Navarra: IA y apoyo psicosocial para prevenir el suicidio infanto-juvenil.
Participar en este proyecto me ha permitido ver cómo la innovación tecnológica puede potenciar la labor de los profesionales de la salud mental, aumentando la eficacia de las intervenciones y ofreciendo una atención más personalizada.
❤️ Humanidad y tecnología: un equilibrio imprescindible
Lo que más me ha marcado de esta experiencia es comprobar que la prevención del suicidio no depende solo de herramientas, protocolos o datos, sino de la calidez, la empatía y la presencia humana.
Cada joven que acompaño tiene su propia historia, sus miedos y sus fortalezas. La inteligencia artificial puede alertarnos de posibles riesgos, pero la escucha atenta, la contención emocional y la cercanía siguen siendo insustituibles. Esta combinación de tecnología y humanidad es la que realmente puede salvar vidas y acompañar a los adolescentes a encontrar luz en momentos de oscuridad.
Si quieres profundizar en esta mirada integral, te invito a leer el artículo de Vidas Cruzadas: Inteligencia Artificial y humanidad para frenar el suicidio.
🌟 Mi compromiso con la salud mental de niños y adolescentes
Formar parte de este proyecto ha reforzado algo que siempre he sentido: cada joven merece ser escuchado, comprendido y acompañado. La prevención del suicidio es posible cuando combinamos tecnología, ciencia y, sobre todo, humanidad.
Para mí, este proyecto no es solo un avance científico: es una llamada a la sensibilidad y al cuidado emocional, recordándonos que, incluso en los momentos más difíciles, una escucha, un gesto de apoyo o una intervención temprana pueden cambiar el curso de una vida.
Seguiré dedicando mi trabajo y mi corazón a acompañar a los jóvenes y sus familias, confiando en que cada pequeño acto de cuidado puede hacer una gran diferencia. Porque detrás de cada dato, de cada análisis, de cada estrategia, siempre hay un ser humano que necesita sentirse acompañado y valorado.


